L.Q.V.B. Historias
Shadows & Corners
Música, Letra & Concepto
Esta es extra – special.
Involucra recordar un tiempo muy complicado.
Debe haber sido 2005 o quizá ya entrado 2006.
Una etapa muy dura económicamente para mí. Últimos tiempos en La Plata.
Había logrado, gracias al baterista de Revolver, la banda de Hard Rock en la que cantaba, que me alquilaran una piecita para vivir que intentaré describir brevemente.
Un cuadrado de cuatro paredes, un cubo en realidad, que solo tenía un ventiluz de 20 de altura x 40 de ancho y estaba cerca del techo.
Tenía una salida en la que, directamente del cubo, se abría un cuadrado apenas lo suficientemente grande como para que se pudiera abrir una puerta de chapa verde y, de frente a esta, un anafe con dos hornallas.
Una cama, una mesita de luz y un enchufe eran el mobiliario completo.
Mi mochila y la guitarra completaban la escena.
No me es grato contar esto pero, a fin de cuentas, he hecho todo esto para dotar al disco del mayor nivel de realidad posible por tanto prefiero desnudar eventos reales antes que dibujar imaginarios en pos de cuidarme del qué dirán.
La cosa es que no pude pagar el alquiler un mes (no tenía ni para comer, estaba en la lona de verdad). Esto no solo me hizo quedar mal con mi amigo y colega que me había hecho el contacto con la dueña del lugar, si no que ésta última – y con toda la razón del mundo – se volvió un personaje muy presente por esos días en mi vida.
Hay algo que quizá la gente que no ha pasado por este tipo de situaciones no podría cavilar, conjeturar, por más inteligente que fuera. Y es que cuando andar sin un mango se vuelve rutina, por la razón que sea, las ganas de vivir empiezan a ser remplazadas por el instinto de supervivencia. Cuando no por otras peores.
Es muy loco. Yo tengo recuerdos de tener un hambre atroz y ver pasar un chabón comiendo un pancho y sentir algo parecido al odio, mezclado con envidia y luego, como en un pase de magia, escuchar a mi propia mente darme un mensaje que no es nunca en palabras pero que podría traducir o resumir en algo así como:
“vos sos mejor que esto estas cosas que estás pensando no son tuyas movete y hacé lo necesario para cambiar esta realidad tenés con qué”
Volvamos al tema. Resulta que una tarde noche, ya debiendo un mes y medio de alquiler y, por tanto, con más de tres semanas de visitas y de luces apagadas y mucho silencio para que pensara que no estaba, la señora se apersonó una vez más en la puerta de la pieza en cuestión.
Pienso hoy que llegado el caso, incluso si me decía: “andate, no me debes nada pero deja la habitación ya mismo” mi problema habría sido aún mayor dado que tampoco tenía muchas opciones adónde acudir.
La señora estaba golpeando con toda razón la puerta de chapa verde y yo estaba adentro, sentado como indio arriba de la cama y se ve que algún sonido habré hecho, o alguien le habrá hecho llegar por señas que yo estaba adentro, no lo sé.
Lo que sí sé es que se despachó, con justa razón, y me dijo todo lo que yo mismo hoy, quizá, le diría a un muchachón que hace un mes que no me paga el alquiler y ni siquiera me abre la puerta para explicarme por qué.
Fue un fondo en mi vida esa tarde noche. Rock bottom. No me olvido más de esa tarde, la tengo grabada en mi mente.
Duró un ratito que fue eterno pero me dejó tambaleando en mis creencias. Me acuerdo de que me resonaba en la cabeza una frase de un tema muy conocido de J. S. que dice:
“cómo te has dejado llevar a un callejón sin salida?
El mejor dotado de los conductores suicidas”
Cuando se calmó la situación, un largo rato después y ya de noche, agarré la guitarra y empecé a tocar medio furiosamente.
El riff La (Do/Re) surgió más como algo a través de lo que lo que desahogarme que como un hecho artístico (o quizá el uno sea el otro y viceversa) pero cada tanto empecé a ir a Fa para descomprimir esa seguidilla de patinajes entre do y re y la letra empezó a salir sola junto con la melodía y los acordes del estribillo (sobre este último, Sebastián Perkal lo describió como al pasar durante las sesiones de grabación como “la mejor melodía de todo el disco”. Y yo, personalmente, coincido con él)
Habla de vivir en las sombras, de esconderse en los rincones y de esperar que llegue la mañana.
Habla de gatear en la oscuridad buscando respuestas y de buscar ser libre, así, a secas.
Así me sentí aquel día cuando me golpeaban la puerta pidiéndome dinero con razón y yo, sin tenerlo, no abrí la puerta y elegí la tortura de la situación.
No acierto a imaginar qué habría pasado si hacía frente a la situación abriendo la puerta. Pero sé que debería haberlo hecho. Creo que terminé aprendiendo la lección en cuestión ese día. Mi mente habría pesado menos todos estos años, creo. Pero no lo hice y me arrepiento.
Nunca más me sentí de esa manera. No sé si será porque el contexto no lo ameritó o porque realmente aprendí la lección.
Pero creo firmemente que fue la segunda.
Shadows & Corners es en inglés pero podría ser en español, ruso, francés o sueco. Es lo mismo. Contendría los mismos conceptos.
La realidad siempre oprimirá. Lo importante es que la presión termine sublimando en algo. Ese algo sublimado será, indefectiblemente, arte.
Hoy, y conjugando el sentido de Shadows & Corners con el de Lo Que Vine a Buscar, me reconforta verme tan lejos de situaciones siquiera similares a la relatada.
Pero que uno esté lejos en el presente no debe provocar la falta de memoria sobre lo que ocurrió cuando uno caminaba más cerca de la línea. Tan cerca que por momentos uno pareció caer del otro lado.
Es preciso no olvidar. Es menester no ser irreal. Incluso cuando lo real no sea placentero de contar.
Uno es uno y su contexto actual, es verdad. Pero también es fruto de su historia y de la templanza puesta en juego a lo largo de la seguidilla de situaciones que dieron curso a su vida y a su historia.
En este caso, la vergüenza se posa en mi frente cuando cuento esto. Quizá esto, eventualmente llegue a aquella señora que me había alquilado la habitación.
Perdón, señora. Me dejé llevar a un callejón sin salida. No fui un buen conductor y el contexto no ayudaba para nada, lo cual, claro, no es excusa.
Durante la situación conocí los nervios del acosado con razón. Del dolor por aquello surgió la catarsis. De esta, a su vez, el arte.
Una vez más la rueda dio la vuelta.
Sé que comparado con otras cuestiones puede ser visto como una nimiedad. Pero qué si la señora necesitaba ese dinero para alimentar un hijo o hija, o lo que fuere?
Aún hoy me persiguen las sombras de lo que terminó siendo el gatillo de esta hermosa canción. Ya he despertado, he aguardado la mañana y ha amanecido. Me siento libre.
Pero no olvido lo que hice mal.
Las sombras y los rincones siguen ahí.
MM – Diciembre 2023